No existen las soluciones perfectas. Las hay mejores y peores. Y en muchos casos hay que tratar de aprovechar lo bueno que se presenta. Por algo se empieza. ¿Quién fue que dijo: “Estamos mal, pero vamos bien”?
Sábado. Anoche nos dormimos como a las dos de la mañana. De acuerdo con la promesa de Vincent, los chicos se prepararon desde temprano para la gran dormida grupal. Fabio, pobrecito, llegó rendido del colegio y se acostó a dormir una mini siesta a eso de las siete de la tarde. Puso el despertador para las diez tomando en cuenta el horario que le había prometido el padre llegar. Viendo que se habían corrido todos los horarios y por tratarse de un día siguiente que podrían levantarse sin apuro, decidí que cenaríamos los cuatro juntos aunque fuera muy tarde.
Mientras Fabio dormía, Dalila estaba conmigo en la cocina.
DALILA
Má, jugamos a que yo era hija única?
YO
Dale, ¿y cómo sería?
DALILA
Yo me hago la que estoy terminando la
tarea y vos me tenés que ayudar solo a mí.
YO
Bueno. Entonces hijita exclusiva, vos hacé los deberes mientras
yo termino de ver unas cosas en la compu.
DALILA
No!!! Vos me mirabas todo el tiempo.
Le seguí el juego y me pasé un buen rato tratando de prestarle toda la atención que, evidentemente, ella necesitaba.
Hasta que se levantó el hermano.
FABIO
¿Llegó papá?
YO
Todavía no.
DALILA
Uh nene, quedate durmiendo un rato más!
FABIO
Por?
Cuando llegó Vincent, a eso de las doce, comimos todos juntos y nos acomodamos en la cama “grande” con la tele prendida. Los chicos estaban radiantes. Cualquier cosa los hacía reír con ganas. Mientras, entre mi marido y yo nos cruzábamos miradas con odio reprimido. El rencor entre nosotros estaba intacto. Fabio y Dalila tardaron en dormirse, y ni hablar de lo incómodo que resultó compartir la cama entre cuatro.
Resultado: pude descansar poco y nada, pero igual la experiencia me había resultado placentera. Por los chicos.
A la mañana nos levantamos tarde, a eso de las diez. Vincent ya se había ido un rato antes.
Suponiendo que era un día no laborable en la oficina de los martilleros, dejé para la semana siguiente las citas a las otras dos inmobiliarias que me faltaban.
De pronto, sonó mi celular. Era Ricardo, de Toys Propiedades.
YO
Hola Ricardo, cómo estás?
RICARDO
Yo bien, cómo va lo tuyo?
YO
Y.. ahí…
RICARDO
Tengo buenas noticias para vos.
Te venís a mi oficina esta tarde?
YO
Pero hoy es sábado.
RICARDO
Si, te espero a eso de las tres. Podés?
YO
Por supuesto.
Corté contenta y emocionada. Me acordé de los chicos, no tenía donde dejarlos. ¿Los llevo a la casa de mis padres? No, mejor que se queden en el auto, total es un ratito, creo.
Puntualmente llegamos a la inmobiliaria. Estacioné bien en la puerta para poder verlos desde adentro.
YO
Bueno, se quedan quietitos un momento
que enseguida vuelvo.
FABIO
Vas a esta inmobiliaria?
YO
Si.
DALILA
Nos vamos a mudar?
YO
No. Vine a hablar con una persona.
Portense bien, y cualquier cosa que pase,
toquen la bocina y vengo. Si es urgente, se bajan y viene
a buscarme, yo voy a estar bien al fondo de ese local.
No tardo ¿si?
Bajé del auto y entré a la inmobiliaria. Ricardo me estaba esperando en su oficina.
RICARDO
Milena, qué puntual.
YO
Si, estoy ansiosa por escucharte.
Tal como había calculado, desde su oficina se veía bien el auto. Yo me senté de espaldas a la calle y a cada rato me daba vuelta para mirar.
RICARDO
Pasa algo? Ese auto con los vidrios
polarizados que está en la puerta es tuyo?
YO
Si, tuve que traer a los chicos y miro que no hagan lío.
RICARDO
Bien, bien. Te llamé porque estuve pensando en lo tuyo.
Lo que te puedo ofrecer es un puesto de vendedora,
acá, en esta sucursal.
YO
Estupendo!
RICARDO
Te prometo ayudarte hasta que estés bien práctica.
No sé, tengo la impresión de que vas a rendir.
YO
Buenísimo.
RICARDO
Las condiciones serían: un sueldo de mil pesos
y el diez por ciento de las comisiones que
generes por operaciones concretadas.
Con el volumen que manejamos, el que menos vende se lleva de
mil quinientos dólares para arriba.
Te parece bien?
YO
Ay siiii!
RICARDO
El horario es de 9 a 20, de martes a domingo.
Los lunes son tuyos.
En ese momento me desmoroné. Imposible tantas horas. Encima, comencé a escuchar insistente la bocina del auto. Me di vuelta para mirar y no notaba nada raro. Disimulé.
YO
No sé. El horario. No creo que pueda. Por los chicos.
RICARDO
No tenés alguien que te los cuide?
YO
Eh… no.
Estaba perturbada por el horario y por la bocina que no paraba.
RICARDO
Tratá de resolverlo de alguna manera.
Es una buena oportunidad la que te ofrezco.
YO
Gracias, de verdad muchas gracias, lo voy a pensar.
Salí apurada a ver a los chicos. Cuando abrí el auto, parecía estar todo bien. Ellos me miraban con cara de enojados.
YO
Qué pasó ¿Porqué tocaron la bocina?
FABIO
(Gritando)
Ella… no me quiere dejar manejar a mí.
DALILA
(Gritando más)
Dijimos que yo era el chofer y vos el pasajero.
FABIO
Dijimos que era un colectivo,
y en los colectivos no manejan mujeres!
DALILA
¿Por qué no?
Traté de irme rápido para que de la inmobiliaria no se los escuchara.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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