sábado, 5 de diciembre de 2009

36 – ME QUIERO DIVORCIAR YA! – ASADO SORPRESA

Todo bien con los mariachis, las fiestas de cumpleaños multitudinarias sorpresa y los pasacalles. Salvo en los casos en que esos regalos tienen más en cuenta los gustos del emisor que del receptor.


Domingo. Vincent, salió como siempre temprano para irse al negocio. Esa mañana me levanté pensando en las inmobiliarias y cómo sería la manera de trabajar de cada una. Compré el diario y me fijé en los avisos más grandes, los recorté y anoté teléfonos y direcciones. Después miré los clasificados de empleos a ver si alguna de ellas pedía personal. No, lamentablemente no encontré.

Sobre eso y muchas dudas más, le iba a consultar a Patricio por la tarde.

Tenía todo bien planeado. A eso de las cinco llevaría a los chicos a un cumpleaños y después podría encontrarme con él. Todo en el tiempo que seguramente Vincent dedicaría a dormir su siesta dominical. Perfecto.

A eso de la una del mediodía golpearon la puerta. Eran mis padres.

YO

Hola! Qué hacen por acá?

MI MADRE

Cómo qué hacemos? Venimos al asado.

YO

Qué asado?

MI PADRE

Tu marido nos avisó ayer a la noche. No sabías nada?

YO

La verdad que no. Pero no importa, pasen.

Besos mil de los chicos a los abuelos y gran alegría, gran.

Llamé a Vincent.

YO

Están mis padres acá….

VINCENT

Ah, si, pensé que sería bueno que nos reuniéramos.

¿Te gustó la idea del asado?

YO

Otra vez no me avisaste!

VINCENT

Con tus padres también?

YO

Siii, siempre…. Para hoy tenía otros planes….

Si no te molesta, me gustaría participar de la decisión de

invitar gente a casa. ¡Tanto te cuesta entenderlo!

VINCENT

Es que… en algunas situaciones, prefiero no hacerte caso.

Vos no te das cuenta, pero estás cada vez más aislada de tu familia.

Y quizás sea por eso que nosotros nos llevamos mal.

YO

…Es que… Nada… No lo vas a entender nunca.

¿Dónde está el asado que les prometiste?

VINCENT

Ah… en mi auto, lo compré esta mañana.

Vos despreocupate que hoy cocino yo.

YO

Bien… ¿A qué hora venís?

VINCENT

En media horita. Uuuuunnnna como mucho.

YO

Bueno, no tardes.

VINCENT

Milena, relajate, hoy es domingo. Tenemos todo el día.

YO

Chau.

A ver. Cómo explicar lo que me pasaba, más allá de la cita con Patricio.

Cuando uno tiene un hogar amplio en el Gran Buenos Aires, lleno de verde y sol, especialmente concebido para que los chicos se críen sanos y en contacto con la naturaleza, todos los allegados que viven en departamentos suelen venir como si fuera una casa de fin de semana. A disponer por largas horas de ese espacio.

Ahora, cuando los que vienen tienen la suficiente confianza por el profundo afecto que los liga, es aún peor. Mis padres, mis hermanos y mis suegros, literalmente “tomaban posesión” de mis espacios. Desde el momento de la llegada hasta la partida, entraban y salían de cada sector como pancho por su casa. Lo privado se hacía público. Abrían y cerraban puertas, alacenas, placares, heladera. Miraban y preguntaban. A mí me resultaba bastante invasivo. Sobre todo porque yo jamás hubiera tenido la ocurrencia de hacerlo en la casa de nadie. Ni siquiera con mis padres. Y a todo eso había que sumarle las consabidas preguntas de rigor: ¿Cambiaste la cortina del baño? ¿No hay más mayonesa? ¿No tenés más pan en el freezer? ¿Te puedo sacar unas toallas para ir a la pileta?. En fin, todo lo que me hacía sentir mi casa usurpada por unas horas. Y contrapuesto a esa sensación, las caras de felicidad de todos, inclusive mis hijos. Todos disfrutando relajados, menos yo.

Y siempre hay un origen. En mi caso fue cuando con Vincent decidimos casarnos. Yo quería solo la ceremonia del civil, con pocas personas, sin pompas ni circunstancias y con mucha emoción interior. Él en cambio, prefería la gran fiesta tirando el edificio por la ventana. Tan enamorada estaba de mi opuesto atrayente que cedí, y ese día me ví rodeada de doscientas personas poco conocidas que comían, saltaban, cantaban y bebían, sin importarles demasiado de nosotros.

Este domingo, Vincent llegó a casa a las tres menos cuarto. Entre que prendió el fuego y cocinó, se hicieron las cuatro cuando nos sentamos a comer.

Los chicos estaban radiantes con sus abuelos. Fabio actuó de ayudante de los asadores y Dalila puso la mesa con mi mamá, ambas a su manera.

FABIO

Má, me dijo el abuelo que los chinchulines son viboritas muertas…

YO

No… nada que ver.

FABIO

(Al abuelo)

Viste… ¿qué me dijiste boludo?

YO

Fabio, qué decís?

FABIO

No, le dije bolidi… bolidi……

YO

Ojo! No sea cuestión que te tengas que ir a

dormir ahora en penitencia…..

FABIO

No mamá… es el abuelo.

Me dijo que los “machos” nos tenemos que hablar así.

Si le digo abuelo o abu, me dice que soy una nena. Te lo juro.

Mi papá se reía.

A las cinco menos cuarto me levanté de la mesa.

YO

Bueno, disculpen, pero voy a llevar los chicos a un cumpleaños.

MI MADRE

Ah, nosotros, entonces nos vamos.

MI PADRE

Tan pronto? Recién terminamos te comer…

VINCENT

Pero… por favor, yo me ocupo de los chicos.

Milena, quedate charlando con tus viejos.

Acordate de lo que te dije de compartir momentos.

Te va a hacer bien.

YO

No, de ninguna manera. Quedate vos con ellos.

MI MADRE

No queremos molestar, nosotros nos vamos.

VINCENT

Ustedes no molestan. Milena, deciles….

YO

Está bien, me quedo yo.

Y me puse a pensar: Qué habrá sido de la vida de Mariana?.....Si te fuiste…. ¡volvé Mariana, te perdonamos!!!!!!!!

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