sábado, 28 de noviembre de 2009

28 – ME QUIERO DIVORCIAR YA! - OTRA ENERGÍA

Drogado sentís que el mundo cambia. Es anestesiarte para vincularte diferente con las situaciones conflictivas de la vida. La duda es para después: cuántas dosis más vas a necesitar para lograr el mismo efecto?


Sábado. El encuentro de ayer con Patricio – mi droga personal- me cambió. Fue como darme un baño de amianto: ya casi nada de lo exterior me podía dañar. Trataba de recordar una y otra vez la emoción de su abrazo. A partir de esa sensación mi cuerpo se ubicaba exactamente a diez centímetros del piso. Y alejarme por momentos de la tierra, de la realidad, me ponía en una posición poderosa ante los problemas. Ya no me importaba lo que pudiera hacer Vincent, estaba convencida que lo que fuera, yo lo podría contrarrestar perfectamente.

Igual tomé mis precauciones: por las dudas guardé el auto en un garaje cercano, a ver si volvía a ocurrírsele sacarme otra rueda. Y también registré los teléfonos de Patricio en mi celular y en el fijo con un seudónimo que solo yo podía descifrar: “mamá del colegio”.

Ese día me dio placer limpiar, cocinar, estar con los chicos. Todos los inconvenientes me parecían menores. Y sobre todas las cosas tenía claro algo: Vincent ya era el pasado en mi vida.

Con entusiasmo hice una lista de los posibles empleos en los que me podía presentar el lunes. Horarios extensos? Lugares alejados? ¡Tonterías fáciles de resolver! Lo seguro era que, aunque no me mudara con ellos, tendría que contar si o si con la ayuda de mis viejos por los horarios de los chicos. Y resolví que quizás debería dejar de lado detalles como “las pelotas de Fernandez”, o “los antojos de la vecinita”, o “el churrasco de mi hermana”, en pos de conseguirme un sueldo para poder alquilar.

Casi todos los trabajos exigían horarios de nueve horas promedio. Y supuse que los sueldos podrían rondar los tres mil pesos por mes. Ante tal panorama hice cuentas y calculé que con eso podría bancar un departamento chiquito y los demás gastos mensuales.

Me entusiasmaba, así que sin dar más vueltas organicé un listado bien completito de empresas.

Estaba en eso cuando llegó Vincent. Raro, un sábado a las 5 de la tarde. Entró con su cara enojada de siempre y comenzó a revolver todas las alacenas de la cocina buscando algo.

VINCENT

No hay nada en esta casa…

Milena, me siento mal ¿me podés prepara un té?

YO

Qué te pasa?

VINCENT

Nada, me duele la cabeza, y tengo una puntada muy

fuerte acá al costado de la cintura. Al costado abajo.

YO

Eso puede ser apendicitis, el té no te va a hacer nada.

¿Tenés fiebre?

VINCENT

Creo que si. Mejor dame el té con una aspirina.

YO

No es para té, es para llamar un médico.

VINCENT

Vos vas a saber más que yo cómo me siento?

Ay Vincent, qué capacidad para despertar mi odio aunque lo tenga profundamente dormido!, pensé. Entonces mientras él estaba en el baño fui y conseguí un saquito de té entre las cosas que tenía escondidas debajo de la cama y se lo preparé. Acto seguido, me inventé una salida con los chicos porque entre él y yo no podíamos respirar el mismo aire.

Y asqueada de la mala energía, me fui.

Cerca de casa descubrí una carrera de kártings y Fabio la pasó bomba. Después para compensar, llevamos a Dalila a ver su película preferida al cine.

Volvimos como a las 11 de la noche después de comer en Burger King.

La salida fue demoledora, los dos se quedaron dormidos antes de llegar a casa.

Cuando entramos, los acosté con cuidado y después me fui a llevar el auto al garaje cercano.

Volví y me preparé para ir a dormir. Cuando entré al dormitorio lo ví a Vincent despierto.

YO

Te sentis mejor?

VINCENT

Seee, por suerte no era nada. Tal como te dije.

YO

Mejor.

VINCENT

Los chicos? Lo llevaste a pasear?

YO

Si, todo bien. Me voy a dormir, hasta mañana.

VINCENT

Te llamó una señora.

Yo la atendí, pero se ve que se cortaba.

Miré el identificador del inalámbrico y había dos comunicaciones de: “Mamá del colegio”.

Entonces me dispuse a dormir. Y cerré los ojos contenta.

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