viernes, 27 de noviembre de 2009

27 – ME QUIERO DIVORCIAR YA! - GRANDE PA!…TRICIO

Drogarse es evadirse de la realidad. Una realidad que no conforma y lastima. Algunos lo hacen con marihuana, otros con cocaína, otros con alcohol, otros con la tele. A partir de este día mi droga tendría nombre propio: Patricio.


Viernes. Por suerte el banco cumplió y me avisaron que podía retirar mi tarjetita de crédito.

Entonces, lo próximo era pensar en un trabajo. Dado que Vincent siempre tenía una buena excusa para no hacerse cargo de los gastos, mejor que ni contara con él en el futuro. Y menos en este momento, que él ya tenía confirmados mis planes de divorcio.

Me pasé toda la mañana revisando clasificados y sitios de Internet. Y la verdad, no encontraba nada “ajustado” a mi situación real. Yo solo podía trabajar por las tardes, no más de 4 horas, y no muy lejos del colegio de mis hijos. Mi aspiración era lograr ganar mucha plata, trabajar pocas horas y no dejar a los chicos con nadie ni descuidarlos. O sea, un delirio.

Y con mi familia ni contar. Ergo: estaba con la espada, la pared, el piso y el techo, todo junto aprisionándome. Con un panorama más incierto que nunca. Esa vez sí que no se me ocurría nada. Qué bajón!

Después de llevarlos a la escuela, y pasar por el banco, al volver por el camino habitual hacia mi casa, ví a la policía desviando el tránsito por un piquete. Un montón de tipos encapuchados quemando gomas para que nadie pudiera circular. Sin saber hacía donde iba, seguí la manada de autos que me rodeaban. Llegué a una avenida desconocida y me paró el semáforo. Entonces, bajé la ventanilla y le pregunté a un taxista, detenido también, cómo salir de ahí hacia mi domicilio.

¿Y quién estaba en el asiento de atrás? El superpadre, el bombonazo, el casado, Patricio. Es increíble lo que se puede lograr con una mirada. Me sonrió franco y sorprendido y yo hice lo mismo. Las últimas explicaciones del pobre chofer ni las escuché. El semáforo se puso en verde y yo seguía ahí clavada. El taxi arrancó y se estacionó cincuenta metros más adelante. Justo en la Inmobiliaria “Sanders” de Patricio Sanders of course.

Pasé circulando despacio y nos volvimos a contemplar. Él de reojo con sonrisa cómplice mientras se acercaba despacio la puerta de su pequeño local. Así hasta que ya no nos divisamos más. Había tanta ternura, tanta satisfacción, tantas ganas de conocernos en nuestras miradas…. Eso me cambió el día.

Cuando llegué a casa, como si fuera lo más natural del mundo, lo llamé.

YO

Patricio? Patricio Sanders?

PATRICIO

Él habla.

YO

Soy Milena, la del supermercado,

la de recién con el taxi…

PATRICIO

Hola mi amor….

YO

Epa!...

PATRCIO

Te molestó? Perdón, pero me salió del alma.

¿Cómo estás?

YO

Y… bien. No mentira, estoy mal.

Estaba muy mal, y verte en la calle me hizo bien.

PATRICIO

Si? Qué bueno. ¿Y no me querés ver un rato más?

YO

Claro que si, pero no tengo tiempo.

Soy madre de 2 hijos que hay que retirar del colegio.

PATRICIO

A qué hora salen?

YO

A las cinco. Y son… las dos y media.

PATRICIO

Mirá, yo ahora tengo que mostrar una casa a unos clientes,

voy a estar unas dos horas ahí. Y está desocupada.¿No te querés venir?

YO

No se, estás trabajando.

PATRICIO

Venite! En un ratito los atiendo y tenemos todo el resto para nosotros.

No estoy en posición de invitarte al cine y a cenar, ja ja.

YO

Ni yo tampoco de aceptar, ja ja

Está bien, voy, dame la dirección.

Cuando llegué a la casa toqué timbre a pesar de que estaba la puerta abierta. Me asomé y desde adentro Patricio me miraba sonriente mientras abría los brazos esperándome. Tuve ganas de salir corriendo hacia él, pero me contuve y caminé. Los dos contentos y nerviosos nos mirábamos fijamente a medida que nos acercábamos. Cuando llegué frente a él, me levantó a upa y me abrazó como si nos conociéramos de toda la vida. Hacía mucho tiempo que no sentía tanta felicidad.

PATRICIO

¡Qué bueno que estés acá!

Reírnos, charlar, disfrutar, divertirnos. Todo eso logramos en los espacios de tiempo que nos dejaron los dos clientes interesados en la casa.

Hasta que se hizo el horario de los chicos y nos despedimos convencidos que esto recién comenzaba.

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